MAR Y TOBIAS
Mar había cumplido al fin su promesa. Con la correa, aún colgando de su mano, recordó aquella tarde con Tobías.
Como tantas otras veces, al volver de su nuevo colegio, Mar había corrido al encuentro de su amigo. Esperaba, igual que siempre, que diera un salto de alegría y se pusiera en pié alargando sus patas hacia a ella, como quien busca el abrazo.
Aquel día, Tobías no saltó, ni movió la cola, ni hizo nada de lo esperado. Mar se colocó junto a él, en el suelo y el perro posó la cabeza en las piernas de la niña, con los ojos muy abiertos, mirando fijamente hacia su amiga, y comenzó a hablar, con ese lenguaje de perro que solo entienden los seres puros.
Decía que ya no podía más, que se ahogaba en aquellos dos metros cuadrados de cocina, al que la madre de Mar le había relegado: “¡no podía soportar mas que se comiera los cojines del salón y la colcha de su cama!...”
Tobías le mostraba a la niña, la soledad de sus patas extendidas en el suelo. La misma que sentía cada mañana, cuando Mar le decía aquello de: “Después del cole vuelvo ¿vale?”.
Y él la esperaba todo el día, sin moverse…en la misma posición; fuera a ser que al volver no le encontrara.
Mar cerró los ojos. Supo que había llegado la hora de devolverle a su amigo tantas risas de aquellas noches en las que tocaba combatir el miedo y tantas otras en las que imaginaba ser una princesa y Tobías su mas fiel lacayo…
Antes de mudarse a la ciudad, Mar paseaba cada día con su perro por la finca que había junto a su casa. “allí no había peligro de que le pasara nada…”
–decía mamá—.
Desde el primer día, Tobías, al llegar cerca del viejo caserón que presidía la finca, se separaba de su ama y corría hacía una de las puertas traseras.
Mar intentaba darle alcance y le llamaba una y otra vez para que regresara a su lado, pero Tobías parecía no escuchar nada mas que el viento de su respiración agitada.
Apenas habían pasado algunos minutos —muy pocos según él y demasiados tal vez para la niña—, Tobías regresaba corriendo hacia ella, mirándola con una luz especial. Si hubiera sabido sonreír, Mar habría asegurado que lo hacía.
La niña se acostumbró a este paseo en solitario de su amigo y aprendió a disfrutar del mágico encuentro. Aunque jamás se atrevió a entrar en la casa.
Así pasó un tiempo, que resultó corto para Tobías y adecuado para la pequeña. El padre de Mar anunció que se trasladaban a la ciudad: le habían propuesto dirigir el nuevo hospital y no podía negarse…
Los primeros días fueron para Tobías, como aquellos otros en los que, junto a Mar y su familia, se marchaba de vacaciones. Pero pasaron los meses
–muchos mas de lo esperado— y no regresaban a su antigua casa; aquella rodeada de campo, donde Tobías pasaba sus horas jugando en el jardín, hasta la llegada de Mar y con ella el ansiado paseo…..
La niña abrió de nuevo los ojos… Sabía que ese era el lugar donde debía vivir su amigo.
Lo supo un día, en el que mamá explicaba a su nueva vecina, cómo había llegado Tobías a casa. Ambos habían nacido el mismo día: Mar en la casa del pueblo rodeada de campo y Tobías en la casa de al lado, junto a cuatro cachorros más, de una hermosa perra que siempre había vivido con aquellos vecinos.
Estos, al enterarse del nacimiento de Mar, decidieron regalarle uno de los cachorros, en agradecimiento al padre de la niña —médico del pueblo— que, ante el miedo de la mujer a que su perra muriera, le había ayudado en el alumbramiento.
La niña comprendió entonces la tristeza de Tobías. Él nunca le habría pedido que se separara de su familia; quería demasiado a su amiga y siempre supo cuál era su lugar… Tan solo le había robado unos pocos minutos de cada tarde, en su esperado paseo por aquella finca, junto a su casa; aquella rodeada de campo, donde su amigo la esperaba fielmente cada día.
10 comentarios:
Lo tuyo es todo aquello que te propongas, Rosa.
Porque hay algo insustituible; algo que la técnica no puede imitar. ¡El corazón!. Y el tuyo está presente en cada una de las cosas que escribes o hablas.
Tobías ha cobrado vida con toda la magia que tu mano le ha prestado. Ha pasado de ser un enorme peluche a constituirse en un cachorro lleno de fuerza y con un ansia irrenunciable de libertad.
De su mano y de la tuya, Mar ha aprendido el verdadero significado de la palabra amor.
Gracias por llevarme esta noche de paseo por las estrellas.
Un beso, ya sabes, de esos sin reloj...
Hola Rosa, estaba esperando a que cambiaras la entrada para acercarme hasta ti, esperaba uno de tus poemas y me sorprendes con este cuento.
En otra entrada, pedí que no seperdiera la capacidad de soñar, de retornar a la infancia, está claro que tú no la has perdido. No has escrito un cuento para Mar, tú has escrito desde el corazón y la mirada de esa niña, creando un extraordinario cuento de amistad y lealtad.
Un saludo.
Jo Rosa! me ha gustado mucho!! ha sido algo emocionante, encantador.
Además a mi me has tocado la "fibra canina" jajaj.
Y apoyo lo que te dice Manuel, lo tuyo es lo que te propongas porque le pones a todo el corazón, y eso se siente en cada línea de lo que escribes.
Gracias por decidirte a escribirlo! A ver si lo hago yo.
Un beso grande
Gracias a tí Manuel por tu paseo, no solo por las estrellas, sino por mi blog cada noche y por dar ese impulso constante a mi vida.
Mari Carmen, bienvenida a mi blog. Leo siempre tus comentarios a nuestos amigos y compañeros de Escritores en Red y me siento cerca de tí en las opiniones. Me encanta que te hayas acercado directamente a mí y sobre todo que hayas puesto tanto cariño en tu comentario.
Gracias de veras y de corazón.
Un beso
Pilar mi niña... Algo se mueve en mí, cada vez que me dices cosas bonitas. Mira que eres linda. Espero tu cuento ¿eh?. No me dejes sola en este grupo de expertos "cuentistas" (jajaja!).
Besos mil
Rosa, un cuento entrañable y muy bien contado. Todos los que se han escrito, inspiración de la fotografía que nos envió Javier, me parecen maravillosos. El tuyo y el mío (se lo envié a él) parecen dictados desde los corazones de dos niñas: las que fuimos o las que, tal vez, de alguna manera, seguimos siendo.
Un beso grande.
Mila
“Después del cole vuelvo ¿vale?”.
Y él la esperaba todo el día, sin moverse…en la misma posición; fuera a ser que al volver no le encontrara.
Mar cerró los ojos. Supo que había llegado la hora de devolverle a su amigo tantas risas de aquellas noches en las que tocaba combatir el miedo"
Pues eso, Rosa, que hay muchas cosas que nos unen a través del sentimiento y la memoria. Por eso he puesto mi nueva entrada en mi blog. Por eso sabemos que, mas allá de las palabras, están las sensaciones. Un beso.
En este tiempo, Rosa, quiero que sientas, fuera de las palabras, el calor y el cariño de tus compañeros de Escritores en Red.
Un abrazo.
Emilio
¿Qué pasa, Rosa, que estás tan vaga? Venga, siéntate al teclado que estoy deseando leer un nuevo poema tuyo.
Besos
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