No me libro de entenderte,
de cuadrar tu insomnio con mis noches
y vivir la vida en tu traspiés.
de tu empeño en reclamar
tantas cosas que no hice,
olvidando fácilmente tanto hecho.
No me libro de ese intento vano
de conjugar tu verbo ser
con la parte más rusa de mi montaña;
de hacerte sitio en el caos
donde confluye tu trono desterrado
con mi banco de cartón.
No me libro
-y esto es tan sólo un matiz-
de seguir poniendo notas
a cada paso perdido,
porque no quiero olvidar
ese ruido que me envuelve cuando pienso,
de qué podría librarme
si no estás.