miércoles, 18 de junio de 2014















Si alguna vez consigo
que me soporte la conciencia,
al tiempo de colgar los hábitos,
saldré a la calle
y tiraré octavillas,
que apunten a la altura,
para sembrar un cisma de paz entre palomas.

Despertaré a los perros
y los agitaré contra sus amos.
Les hablaré de lealtad,
buscando cicatrices en su cuello;
de la mano que lamen,
a cambio de unas sobras.

Me llevaré a los niños
—igual que aquél flautista—
antes de que conquisten
el país de las ratas...

Y uno de estos días
                           me moriré de espera.