Desde que el hombre se
convirtió en miedo,
tuvo conciencia del
peligro que supone
andar bajando la cabeza
por la vida.
A pesar de ello,
agachó la cabeza
—sin olvidar quien era—
y vivió.
Cuando por fin logró
alcanzar la miseria,
entendió el código que
rige en este mundo,
y supo que estaba en el buen camino.
Solo entonces
murió.